"Cocinando" acrílico de Daniel Diotti.

Por Carlos Fariello

El lugar más cálido de la casa lo era por los afectos y por el calor de la vieja cocina de hierro. Aquella se encendía temprano al amanecer y su corazón de brasas enrojecido calentaba todo lo que sobre ella se apoyaba.

Cuando los gallos rompían el silencio con sus solos la pava ya  humeaba con el agua para el amargo.

A media mañana las ollas iban desfilando sobre la plancha caliente para preparar algún proteínico plato con que combatir el frío.

El centro energético de la casa estaba allí.

El calor no decaía nunca, siempre había alguien que cargaba leña en la cocina.

Afuera el invierno se pegaba a las ventanas empañando los vidrios como pidiendo ser invitado.