Volver a la edad aquella en que vivir es soñar.

La ilusión de los Reyes Magos

Encontramos a Lorenzo esta mañana mirando con admiración unos juguetes que se ofrecían en una mesa al aire libre, entre tantas propuestas de venta que muestran los comercios de Durazno.

Al preguntarle que le iba a pedir a los Reyes Magos, “esto” nos contestó levantando un robot, con una cara de alegría, como si ya estuviera jugando con él, mientras nos contaba que “se había portado bien, que había pasado de clase y comenzaría la escuela este año”.

Los Reyes Magos, son figuras presentes en la infancia y, como Lorenzo, son compartidas por muchos niños con ilusión de generación en generación.

La riqueza emocional de un niño se desarrolla a menudo a través de estructuras de ficciónSe tratan de relatos universales que forman parte de representaciones sociales y que ponen de manifiesto nuestro pensamiento sobre el mundo, los otros y nosotros mismos. A través de los mitos, las tradiciones y las leyendas es como las mayores generaciones transmitimos diversos modos de estar en el mundo a los más jóvenes. Se trata de relatos integrados en nuestra condición humana y si no tuviésemos éstos tendríamos otros.

Nos encantan y nos permiten conectar con nuestros anhelos, deseos, temores.

Razones para continuar la tradición

Desde mi formación y experiencia profesional -más allá de ciertas críticas sobre si se engaña o no a los niños o si sirve a fines mercantilistas- pienso que estos relatos universales tienen valor en cuanto estimulan la imaginación de los niños y permiten transmitir valores morales y sociales, como la espera, la recompensa, el esfuerzo, la generosidad, el valor de las cosas, entre otros. Dan lugar al despliegue de la curiosidad y desarrollan la capacidad de juego, nos enriquecen con sus símbolos que tienen un gran valor en el desarrollo de la estructuración del psiquismo humano.

Como padres, como abuelos, en nuestra tarea compleja de acompañar el crecimiento de nuestros hijos y nietos, intentamos ayudarles a buscar modos -siempre singulares y subjetivos- que den sentido a la vida. Por eso los cuidamos, estimulamos su imaginación, les acompañamos en sus aprendizajes y en el desarrollo de su intelecto, manteniendo un lugar siempre difícil entre ayudarles sin aplastarles para dar oportunidad de que descubran sus propias herramientas necesarias para enfrentarse a los problemas que les toquen vivir.

El anhelo por la tradición de los Reyes Magos responde a desear tener o volver a creer en esos padres que alguna vez pensamos que teníamos, esos padres maravillosos, omnipotentes que creíamos que nos podrían amparar de por vida de cualquier peligro que se nos presente. Creencia y vivencia necesaria para todo recién nacido, para encontrarse con un recibimiento que le permita descubrir al mundo como un sitio agradable en el que apetece vivir.

En situaciones donde la ilusión se pierde tempranamente, nos encontramos niños privados de disfrutar y dar rienda suelta a la imaginación, por lo menos en lo que a esta fiesta se refiere. Como adultos nos duele, nos apena, como ya nos hemos apenado en nuestra propia desilusión infantil. El niño queda privado tempranamente de poder disfrutar de esta ilusión en compañía, y de poder compartir con la comunidad que así lo vive.

Muchos adultos disfrutamos de ver el reflejo de la ilusión en los ojos de los pequeños, de algún modo revivimos las mismas ilusiones vividas en nuestra infancia que han quedado atrás. Pero, antes o después a todos nos toca a todos aceptar que los Reyes Magos son los padres y que aquellos padres que creímos capaces de protegernos toda la vida, harán lo mejor que puedan lo que esté a su alcance. Es lo que tiene crecer, que es también vivir. Y la vida exige ajustes y aceptaciones a nuestro pensamiento mágico infantil que viene como contracara de nuestra desvalidez.

Verdades verdaderas

No siempre que un niño escucha «una verdad» -dicha por un adulto que se ha ido de boca-, la ilusión se rompe, dependerá de la capacidad de comprender esas «verdades» de cada niño. No sólo de su edad madurativa sino de su capacidad de comprender aspectos puramente humanos y de las vivencias que haya tenido que le han permitido mantener ciertas ilusiones o no.

Personalmente me preocupan más aquellos niños que nunca han tenido ilusión. Necesitamos una infancia con su tiempo de ilusión, donde poder sentirse protegidos y a salvo.

Para que puedan ser niños y no adultos cuando toca serlo.

Niños investigadores

Volvamos a los niños que han vivido su ilusión y que empiezan a investigar sobre la realidad. ¿Cómo acceden los niños al saber? Encontramos cada vez niños más pequeños que conjeturan sobre estos mitos. «Este Rey Mago no es como el que nos visitó en el cole» Miran cada Papá Noel que nos encontramos en los grandes almacenes buscando pistas. Algo hace ruido, una barba diferente, la barriga menos abultada, una voz más grave. Otros han adivinado que debajo de aquel traje se encontraba su abuelo, pero prefieren seguirles el juego. Y es que los niños quieren saber y no saber al mismo tiempo. Por eso que pregunten no quiere decir necesariamente que nos quieran escuchar.

Ellos teorizan, buscan entender el mundo, preguntan, en un continuo fluir entre su deseo de saber y no querer saber. Pero, antes o después la realidad se impone. No todas las preguntas que nos hacen significan inequívocamente que quieran escuchar.

Ya siendo un poco mayores los niños estarán en condiciones de plantear interrogantes de los que está ya dispuestos a resolver y tolerar «la verdad» aunque duela. Un dolor que podrá soportarse porque ya han podido desarrollar ciertas herramientas para desenvolverse con un grado mayor de autonomía.

Cuando un niño pregunta con pruebas numerosas, que cierran su teoría (o mejor dicho agujerean sus viejas teorías), permanecer manteniendo una ficción ya no cumple la función de andamiaje del mundo de la fantasía del niño. A estas alturas de la investigación conviene no negarla como tal, sino sería descalificarlo en sus propias percepciones y esto puede acarrear diversas consecuencias.

Eso nos mueve a mantener la vigencia y poner tanta pasión en colaborar, como la mamá de Lorenzo, para construir el futuro de nuestros hijos como esos Reyes Magos maravillosos que trajeron regalos a un pobre niño cuidado por padres pobres en un pequeño portal de Belén.

El encanto de los Reyes Magos trasciende la inocencia infantil y al 6 de enero, porque siempre es necesaria la fantasía en la vida diaria.

  • Autor: Sicóloga M. Laura Esteban