Cada vez que llega el “Día de la mujer”, se agiganta la figura de mi madre que, como muchas anónimas mujeres, tuvo una vida tan simple como complicada y fue ejemplar para sus hijos y nietos, mujer sin título colgado en la pared, pero el de ama de casa en su esencia.

Por herencia cultural, por elección personal o por cuestiones circunstanciales, en nuestra sociedad hay un gran número amas de casa. Mujeres que entregan su vida al cuidado de su casa y de su familia en exclusiva. A veces esta labor se compagina con trabajos remunerados, momentos en los cuales la mujer se vuelve ama de casa en paralelo.

Sea como sea, ser ama de casa es un duro trabajo sin reconocimiento y que prácticamente hasta el día de hoy se asume casi por imposición en gran medida por parte de las mujeres.

Las amas de casa son el colectivo de mujeres que dedican, en exclusiva o no, su vida laboral y personal al cuidado de la casa y la familia, haciendo la comida, limpiando y preocupándose porque cada día todo esté acorde con las necesidades de la familia.

Su rostro invisible, su carga emocional

Una mujer que es ama de su casa no tiene remuneración ni suele gozar de reconocimiento social. Es un trabajo de 24 horas que dura 365 días al año, que no tiene vacaciones ni conoce el despido, que requiere saber de todo, ser cocinera, maestra, niñera, entrenadora, guardaespaldas, GPS, doctora, secretaria, guardia de la noche y del día…

La carga de trabajo está determinada la amplitud de la familia, por el tamaño y la ubicación de la vivienda, por el estatus social del que se goce, etc. Además, el horario de mayor trabajo es altamente fluctuante, pero, sobre todo, nunca cesa.

El trabajo doméstico es socialmente invisible desde el momento en el que aquellas mujeres que se dedican a él son consideradas como inactivas en censos y en estadísticas.

No es un trabajo remunerado y prácticamente está exento de un verdadero reconocimiento. A pesar de que emocionalmente puede dársele valor, hay núcleos familiares y sociales que no contemplan la importancia y dificultad de conducir una familia, cada día y sin descanso.

Limpiar, planchar, hacer la compra, cuidar de la pareja, de los niños o de los hijos cuando son mayores, tener a punto las comidas perfectas, mantener la igualdad y la paz en el reino… Todo ello sin pestañear. Y no solo eso, sino que el ama de casa llega incluso a dejar en segundo plano su propio cuidado

El colectivo de las amas de casa es uno de los sectores sociales más olvidados en nuestra cultura. Por eso, es hora de que les otorguemos el poder y el reconocimiento que les corresponde pues, sin duda, es uno de los trabajos más duros, más imprescindibles y más entregados que existen.

Que no se nos olvide nunca.