Por Jesús Carlos Correa

Siempre fui admirador del maestro, de su tarea, de su aporte a la sociedad. Tuve en mi hermana Olga un ejemplo de tenacidad que, incluso, deterioró su salud.

Es una verdadera pena que gente valiosa no pueda vivir de una manera no solo decorosa, sino incluso holgada y bien reconocida, por el simple hecho de haber elegido una profesión u oficio que debiendo ser el más admirado y uno de los que más importancia conlleva para el ser humano, se encuentra tristemente devaluado en nuestro país.

Me refiero al magisterio, una profesión vital para el desarrollo de la humanidad y que en muchos países reviste gran importancia, sin embargo en nuestro país no está bien reconocida, ni bien remunerada, lo cual es un problema que no parece preocuparle al común denominador de la gente y en mi opinión es un factor de peso que nos arrastra como un gran lastre que no nos permite salir de nuestro subdesarrollo.

En Uruguay, la mayoría de la gente ve en un maestro de primaria a alguien que no fue capaz de ser otra cosa. En definitiva es poca la gente que valora el maravilloso trabajo que desarrollan estas personas y muestra de ello es el salario que perciben. No conozco a ningún maestro de primaria en nuestro país que tenga un salario mayor al de un ejecutivo y me pregunto ¿qué tiene mayor importancia, hacer negocios o formar personas?

Pero al parecer en esta posmodernidad estamos tan absortos en los temas materiales que hemos perdido de vista lo verdaderamente importante: “las personas”.

Debemos valorar y compensar de mejor manera a aquellos que son maestros de nuestros hijos.

Tenemos que reivindicar esa profesión, tenemos que darle el peso y el valor que tiene, tenemos que lograr que la palabra “maestro” implique un mayor respeto por sí misma.

De alguna manera, para toda la gente que no valora en su justa dimensión a un maestro, sería de utilidad recordarles que la persona que más ha influenciado al mundo en la historia de la humanidad y de la que más podemos aprender, no fue un político, ni un militar, no fue empresario, ni alto ejecutivo, de hecho nada parecido, ni nada a lo que hoy en día se asocie con la grandeza. El único oficio que se le conoció desempeñara y por cuestión de un mero apoyo hacia su padre, fue el de carpintero, pero la gente con la que se relacionó y que permitió que tocara su alma de alguna manera, le llamó cariñosa y respetuosamente: “Maestro”.

En este día tan especial, el saludo para todos los Maestros de hoy y de siempre.-