En el «Día Mundial del Folclore».

Es muy lindo poder festejar el día del folclore porque, aunque no deja de ser una efeméride para el que lo vive todos los días, es la excusa para recordar nuestro amor y compromiso con nuestra música, historia y tradición.

Pero ojo, el folclore no es algo quieto, de museo, está más vivo que nunca. Lo veo en la juventud y en mis amigos que cada vez se suman más en distintas peñas y guitarreadas y, en ese sentido, me parece importante la tarea muchas veces silenciosa que han hecho en Durazno los Conjuntos de danzas, que recorren los escenarios, desde los más humildes a los más importantes, mostrando esa faceta de nuestro folclore.

Hace unos años alguien sugirió que se implantara la Enseñanza de Folclore en las escuelas. Sería hermoso que se aplique en todos lados para que niños conozcan desde pequeños la danza y la música folclórica. Es nuestra cultura e identidad.

El folclore es parte de nuestro ADN, es todo el bagaje que se ha pasado de generación en generación, es esa canción simple y sencilla que suelo cantar a mi nieta, que me la habrá pasado mi abuela. El folclore tiene que ver con todo eso que nos da orgullo y que nos une en una esencia que es ser uruguayos.

El folclore no es una tradición quieta o estática, sino que es la trasmisión de un conjunto de saberes y de conocimientos que tiene el pueblo, que tiene la gente, que son parte del sentido común y del conocimiento común y que se transmite como una antorcha que mantiene el fuego prendido. Por eso siempre es bueno buscar en las raíces, en los inicios de las canciones, de las expresiones populares y después tener la libertad, en base a ese conocimiento, traducirlo  como algo que tiene que ver con lo cultural y lo colectivo y también tiene algo de lo propio y en todo caso individual.

Me parece muy importante que los fenómenos culturales de nuestro folclore, de nuestra música, de todas nuestras manifestaciones folclóricas propias tengan visibilidad, tengan difusión, tengan espacios en las políticas culturales, tengan espacio en las agendas y también tengan de ese modo más demanda, más público, más apoyo de la gente, tanto de las instituciones privadas y públicas.

Y para esto trabajamos los que mantenemos nuestra tradición, los que mantenemos vivo el folclore realizando programas radiales o televisivos o fomentamos peñas y espectáculos folclóricos, a los que nos interesa un poco esa misión de alguna forma, no para conservarla en un freezer sino para realmente hacerla crecer y seguir rodando nuestra identidad.

Durazno va a realizar en febrero su Festival Nacional de Folclore Nº 50, que nació precisamente como defensa y difusión de nuestra música y canto tradicional y que apuntó durante por lo menos cuatro décadas a un público ávido de esa música y no a la taquilla. Hoy esto no es así, lamentablemente, y los defensores de las mezclas de estilos que se vienen repitiendo para justificarlo recurren a la definición estricta de la palabra folclore en el diccionario, algo que nunca fue necesario durante más de cuarenta años, pero no se les ocurre salir a la calle y preguntarle a la gente qué artista folclórico le gusta porque no tengo duda nadie elegirá a un rockero o de la música tropical.

“El folklore integra orgánicamente la vida del pueblo; pues bien: éste incorpora también a su vida actual ese pasado, que sobrevive en la memoria colectiva, no como simple recuerdo de algo ocurrido y concluso en una época cualquiera, sino como tradición, como elemento proveniente de un pretérito indeterminado, pero vigente hoy en las preferencias colectivas, en los ideales comunes, en las costumbres, en las normas consuetudinarias” Augusto Cortazar