No hay lugar para el azar
Por Jesús Carlos Correa
Con la reapertura del Teatro Español, Durazno recupera tras una restauración prolija y seria, una sala histórica, fuertemente arraigada a la memoria de los duraznenses.
El viejo edificio, verdadero ícono de nuestra principal avenida, ondea sus colores y plantea con esperanza transformarse en un espacio cultural abierto, plural y alejado totalmente de las pequeñeces y mezquindades que muchas veces nos distraen a los lugareños.
Tal vez por ahí esté el gran desafío.
Acallados los aplausos por la obra recuperada, donde la actual administración Comunal ha tenido un rol fundamental, el Teatro Español – permítanme que siga nombrándolo como antes – es una gran incógnita de cómo funcionará, quien o quienes tendrán la capacidad de administrar su funcionamiento, tarea para la que se requiere capacidad, conocimiento y sentido común.
No es este un detalle menor, a pesar que da la sensación de quedar a un costado ante el apuro por poner en funcionamiento la sala.
La gestión es fundamental, tanto como lo que pueda ofrecerse en el escenario.
El verdadero arte nunca se improvisa. No puede existir un teatro carente de significado, de objetividad y de organización. Por esto la labor del director o Gestor de una Sala, se enmarca en un trabajo de gran responsabilidad interpretativa, creativa e innovadora
Es de esperar que los vientos prósperos no solo rocen sino que empujen los ánimos de quienes trabajan en pro de la cultura y de las artes como ese espacio de esperanza y reconocimiento de la historia que llevamos en la espalda con el pasado y portamos en la frente con el porvenir.
Desde el 5 de octubre, el Teatro Español volvió a ser de los duraznenses.
El orgullo de tenerlo nuevamente deberá ser complementado con una coordinación de su marcha como terreno abierto a las expresiones culturales.