Por el Lic.Oscar Padrón Favre

El Dr. Honein Sánchez Galarza terminó de partir. Hacía mucho tiempo que lo estaba haciendo, tal vez como el Tata Juancho de Osiris “se fue muriendo despacio, pa´ quedarse un poco más”.

Mucho me dolía que el querido y admirado Honein – capaz de decir sin vacilar poemas completos de León Felipe, Rubén Darío o Almafuerte, también pasajes bíblicos o textos de Rodó – fuera en los últimos años un pálido reflejo del que había tratado a lo largo de varias décadas. La última vez que lo visité me hizo el obsequio de reconocerme, nombrarme y sonreírme de una manera tan entrañable que no me animé a regresar más, temiendo que ya no se repitiera ese pequeño milagro.

He leído los sentidos y justos mensajes de Disman Anchieri, Víctor Rodríguez y de su nieto Guillermo Bruno, así como las decenas de comentarios y todos son contestes en reconocer que se fue alguien muy especial para nuestro Durazno Era como un noble tronco de coronilla de los montes del Yí que siempre arrimaba las fuertes brasas de su inteligencia y conocimientos, de su fuerte voluntad y entrega a toda obra que beneficiara a su entrañable Durazno. Y así participó de múltiples iniciativas y comisiones vinculadas al deporte, el cine, la fotografía, la educación, el folklore, el tango, la música clásica, entre otras.

Nunca dejaba de recordar su Paloma natal, allá donde Francisco Sánchez y Celia Galarza fundaron su hogar, para luego trasladarse a Carlos Reyles y, finalmente, a Durazno.

Junto con su esposa María del Carmen, instalaron un consultorio odontológico de prestigio y la extensa trayectoria de ambos los hizo merecedores del reconocimiento de sus pares del resto del país.

Ejerció la docencia en el Instituto “Miguel C. Rubino”, teniendo siempre presente, me decía, las enseñanzas de aquellos profesores que lo habían marcado por sus conocimientos y la capacidad de entusiasmar a los alumnos: los doctores Ernesto Filippini Rossi, Amadeo Grosso y el Prof. Héctor Merklen Budelli.

Los dos primeros incidieron de forma decisiva en la elección de su carrera profesional mientras que el último estimuló, como también lo hizo con innumerables jóvenes de Durazno, la pasión por el atletismo, los deportes y una vida saludable. De su excepcional estado físico dio muestras hasta muy pocos años atrás. Podía levantarse, según la estación, a las 5 o 6 de la mañana para salir a realizar su infaltable caminata a intenso ritmo.

A semejanza de un buen maestro albañil, talló de forma constante su propia piedra interior, buscando la perfección y aún los momentos más duros que le tocó vivir los asumió como parte de ese constante trabajo. No profesaba religión revelada, pero fue un profundo admirador de Cristo y conocedor de la Biblia. Reconocía en su admirado Prof. Carlos Scaffo, también su amigo y vecino, a uno de sus principales modelos humanos, que lo había inducido a la constante búsqueda de lo inexplicable, de lo trascendente, de lo Absoluto.

Fue un melómano de amplísimo repertorio: el folklore más auténtico de Yupanqui, Amalia de la Vega u Osiris, el tango de las grandes orquestas porteñas y uruguayas; apasionado de las grandes obras de Bach, Beethoven, Schuman o las óperas de Verdi. Pero Gardel era, como en tantos, su gran ídolo, y expresó su admiración en algún sugestivo texto, donde asociaba la forma trágica de la muerte de El Zorzal Criollo con el fuego redentor de las fogatas de San Juan. El destino quiso que Honein también partiera en junio.

Cultivaba la amistad de una forma serena pero siempre leal, constante y generosa. Cada vez que lo visitaba surgía algún tema que determinaba que dijera “esperá Padrón” o “vení Padrón” y me llevara a su biblioteca, de la cual extraía un libro, una carpeta o una hoja amarillenta que había guardado con esmero y que gozaba en ofrecer gentilmente al amigo.

Como se ha dicho, cultivó amistad entrañable con Claudio Silveira Silva que, me consta, fue recíproca. Nunca se tutearon, pero podían pasar horas hablando de los más diversos temas, en diálogos por demás entretenidos porque estaban condimentados siempre con bromas e “indirectas” propias del “paisano de La Paloma” que era Honein y “el bayano” fronterizo que era Claudio. Honein tenía especial orgullo en mostrar que el living de su casa era la mayor expresión de su amistad y admiración por Claudio. La colección de obras de arte que allí exhibía, siempre en excelente estado de conservación, era un verdadero templo, una capilla de arte dedicada al culto de la amistad hacia Claudio. María del Carmen, Honein y yo fuimos quien acompañamos a Claudio hasta la Terminal Rodó la última vez que estuvo entre nosotros. En largas conversaciones telefónicas Honein, desde aquí, siguió acompañando al amigo en el tránsito de su penosa enfermedad. El impacto de la muerte de Claudio, en Barcelona, fue un enorme golpe para Honein.

Tuvo siempre un más que justificado orgullo por la familia que había logrado formar y dio testimonio de su amor por María del Carmen al dedicarle esmerados y cariñosos cuidados durante el largo tiempo en que estuvo enferma.

Cuando se comprometía con una tarea o una institución lo hacía con cuerpo y alma, transformándose en un motor fundamental de la misma. Siempre aportando un elevado nivel de reflexión, aún cuando el entorno no lo comprendiera cabalmente. Eso le dolía y lo obligó, en más de una oportunidad, a apartarse y retornar al refugio de su hogar.

Estuve bastante cerca de su gestión presidiendo la Asociación Amigos de la Música, logrando un verdadero resurgir de la institución por varios años, trayendo a Durazno espectáculos de gran valía. Merece ser recordado junto a él otro entrañable amigo, Uruguay Curbelo. Juntos, ambos con unos cuántos años arriba, subían a los techos de la Asociación para su limpieza o mantenimiento; juntos hacían de pintores, carpinteros o de lo que hiciera falta para poner ese viejo edificio con sus mejores galas, tal como lo lograron; juntos aportaban el dinero que era necesario cuando lo recaudado de la masa social no alcanzaba.

Lejos está pretender que estas rápidas y espontáneas líneas sean una biografía de Honein. Mucho más podría decir. Solo son trazos, breves pinceladas de las muchas horas de conversaciones y de encuentros –también de algún pasajero desencuentro – que mantuvimos a lo largo de muchos años. Para mí fueron siempre de honda satisfacción y enriquecimiento personal.

Se va el último de “los Sánchez Galarza” – como con afecto era frecuente escuchar decir en Durazno – reconociendo en ellos a los integrantes de una singular familia donde todos aportaron cosas positivas para la ciudad y el departamento. Cada uno con sus gustos, con sus preferencias, y su propia personalidad, pero unidos siempre por el deseo de hacer por el progreso de Durazno y su gente. También con un arraigado sentido de amor por las cosas nativas, herencia del padre Francisco y una enorme fe en la importancia de la educación, hermoso legado recibido de su madre Celia, la Maestra.

Cuando regresé a Durazno y comencé a trabajar en la investigación y divulgación de su patrimonio histórico y cultural, a comienzos de los 80, pronto sentí que “los Sánchez Galarza” me arropaban de forma invisible. No había actividad cultural que realizara donde no estuvieran Elman y Meneca, Honein y María del Carmen, Popea, Niágara y Weisman. También N´ Hizma no pocas veces.

No es la primera vez que realizo públicamente este reconocimiento, pero en estas horas, al partir definitivamente Honein, siento la necesidad de ratificarlo. Pero ese apoyo, ese decir “presentes” no lo hicieron conmigo como una excepción. Lo hicieron siempre con todos aquellos duraznenses que buscaban realizar un aporte cultural o de otra índole a la sociedad. Y lo hicieron, y de forma muy especial, con todos aquellos que llegaban a Durazno de otros lugares del Uruguay o del extranjero, pues deseaban que cuando estos visitantes regresaran a sus respectivas tierras dijeran “Durazno es especial”.

Gracias Honein y gracias a los Sánchez Galarza por todo lo que nos dieron. Estimo que una calle o un espacio público de nuestra ciudad debería recordarlos de forma conjunta bajo la denominación de “Hermanos Sánchez Galarza”, más allá de los reconocimientos individuales ya recibidos o que puedan venir.

Honein gustaba decir que “somos tiempo y memoria…”. Estas líneas pretender dar testimonio de ello. La memoria es un componente fundamental de la Amistad.

 

  • Foto del acto de lanzamiento del libro “Durazno Antiguo 1”, realizado en 1991, en el cual Honein tuvo a cargo la presentación.