Recuerdos de una mesa de café.

En la foto: de izq. a der. Enrique Abreu, Carlos Florenza, Domingo Bocchiardo y Ernesto Giordano .

Viejo y querido Sorocabana.

Por Carlos Fariello.

La mesa de un café entorno a la cual se reúnen algunos habitués del local.

El sentido primero de confraternizar y de conversar durante un par de horas sobre los más diversos temas, es mirado, desde afuera, como una inexplicable forma de perder el tiempo, para algunos.

Solo quien ha estado inmerso en esa especie de reunión ritual convocada por el aroma de la infusión y el perfume del tabaco puede dar fe de en qué consiste realmente.

Supe estar en unas cuantas ruedas de café, en el café Sorocabana, en Durazno, recinto fundado en setiembre de 1942, y de otras conozco sus mentas.

En esa especie de logia, reunida a la hora de la sobremesa, pude compartir las exposiciones con sabor enciclopédico del arquitecto Domingo Bocchiardo, la sapiencia sobre arte y cuestiones de la vida popular del maestro Ernesto Giordano, las memoriosas y jugosas historias de casi todos los tiempos de “Pacho” Reyes.

Ulises Ordaz y su especial filosofía de la vida, y el “Gallego” Antonio Raúl Cabanas con la crónica de personajes y hechos, ilustrados a medida.

Y esto no es todo, las anécdotas de sus tiempos de vuelo de Miguel “Ñato” Lafón, el humor del flaco Ricardo Grippo que nos sorprendía siempre, las risueñas intervenciones de José Bechara con sus precipitadas reflexiones sobre los hechos del día, y las finas apreciaciones de su hermano Félix.

El aplomo del judío Simón Sokolsky, los análisis de Ángel Eduardo Núñez, “Pirín” Viñales a veces con su túnica blanca cruzando desde la farmacia Durazno y otros circunstanciales parroquianos, abogados, escribanos, médicos, y tantos más.

En otras mesas y ocasiones, el “Viyí” Martínez y su hermano “Pela”, el “Rubio” Silveira, libros, ajedrez y cine.

Muchos más seguro que pasaron por este ilustre consistorio, mientras en su casi estoico papel de varias horas detrás de la caja registradora, doña Rosa Rocha, ponía e imponía el orden cuando correspondía.

El café es una especie de templo pagano donde la amistad cruza edades y tiempos con la intención de conservar voces y momentos para la memoria de la ciudad.