La principal causa de una derrota

 

Por Alberto Peyrou

 

Alberto Peyrou, músico, cantante y autor  nacido en Montevideo en 1951.

Me temo que el resultado del balotaje tan ajustado, con una remontada final impresionante, con visos épicos, no permitirá al FA hacer un buen balance y una buena autocrítica de lo que, en última instancia, ha ocurrido: una derrota. El FA fue desalojado del gobierno y pasó de un parlamento de más del 50% a uno de poco más del 40%.
Ganó la coalición multicolor, entonces?, no, perdió el FA, no pudo retener el gobierno. Derrota que muchos de los frenteamplistas no alcanzan a comprender. Cómo es posible que luego de haber logrado subir el salario real un 60%, de haber bajado la pobreza del 40% al 9%, de haber hecho 90000 cirugías de ojo, de ser reconocido como país avanzado con los mejores índices de Latinoamérica en PBI, distribución de la riqueza, agenda de derechos, legislación de avanzada, etc., etc. hayamos perdido el gobierno??!!.
La respuesta más rápida es buscar un culpable externo, porque nada tranquiliza más a cierto tipo de almas que encontrar un culpable. Así, el plan restaurador del imperialismo, los medios de comunicación que responden a la oligarquía o el aburguesamiento de las nuevas capas medias, son los candidatos más frecuentes para autoeximirse de toda responsabilidad, o, en el mejor de los casos, un tímido “lo que pasa que no supimos comunicar bien nuestros logros”, como vanidosa autocrítica.
Sin pretender descartar la incidencia de causas exógenas, la verdad es muy otra. Hay causas de variado tipo: de índole económica, filosófica, concepción del rol y el tamaño del Estado, valores a promover y valores a postergar en la sociedad, éticas (comprendiendo aquí los casos de corrupción conocidos y los presuntamente ocultados a través de la sistemática negación a votar investigaciones en el parlamento, así como las faltas a la ética republicana y a las buenas prácticas de manejo del Estado, concebido no como un bien propio sino como un bien a ser administrado transitoriamente), incapacidad para resolver los temas de seguridad, errores de campaña, una fórmula carente de carisma y de atractivo hecha para pescar en la pecera, etc..
Pero hay una causa que es un común denominador de todas las anteriores y que, creo, fue la que hizo imposible que el FA lograra dar vuelta el resultado entre el 27 de octubre y el 24 de noviembre, a pesar de haber puesto toda la carne en el asador, de haber salido masivamente a discutir voto a voto, de haber copado las redes sociales con directivas claras de cómo hacerlo, de haber recurrido a cuanta figura de renombre contara entre sus adherentes, de haber desatado una campaña intensa apelando al factor miedo aprovechando el inaceptable video de Manini y lo publicado por el Centro Militar.
Es indudable que el FA tenía buenos argumentos para convencer, como los enumerados en el primer párrafo. Pero porqué la ciudadanía se mantuvo mayoritariamente en su decisión de sacarlo del gobierno?. Tengo la convicción de que la causa principal que hartó a la mayoría, que generó una suerte de rabia generalizada fue la soberbia. Y la soberbia no es ni ha sido a lo largo de la historia una característica con la cual definir a los uruguayos, más bien todo lo contrario, somos sobrios, nos gusta el perfil bajo, no alardeamos antes de lograr lo que nos proponemos, no camiseteamos nuestros éxitos ni nos gusta humillar a los adversarios y, cuando nos toca perder, lo hacemos con dignidad; basta ver a los muchachos de la selección de fútbol y al propio maestro Tabárez para entender de qué hablo. Pero, además, la soberbia lastima y andá a convencer a un lastimado.
Ya a principios de año, cuando empezó a instalarse poco a poco el clima electoral, se empezó a ver en las redes rasgos de esa soberbia en comentarios del tipo “no estás con el FA?, te vas a tener que comer el #4”, o “al #4 no lo para nadie, (seguido de adjetivo, que podía se gil, facho, rosadito, oligarca, neoliberal)” y la mano con los 4 dedos aparecía como rúbrica de muchos comentarios. Se podría hablar mucho de todas las manifestaciones de esa soberbia en las redes, hay infinidad de ejemplos. Pero lo que me interesa tratar es cómo esa soberbia llegó a las redes y se extendió tan generalizadamente, con honrosas excepciones, es justo decirlo. Parto de la base de que no es culpa de la gente, no es que la gente se estupidizó simultáneamente por arte de magia. Fue un proceso que se fue consolidando a lo largo de estos últimos 15 años y vino de arriba, de las esferas dirigentes del FA.
“No sea nabo, Never”, esa agresión de Mujica al periodista que lo entrevistaba está en los orígenes del camino de la soberbia.
“Montevideo lo ganamos aunque pongamos una heladera de candidato”, decía Sendic en 2009.
“Pompitas de jabón”, respondía el presidente Vázquez con una sonrisa sobradora ante la pregunta de un periodista que trasladaba una crítica del principal líder de la oposición, el hoy elegido presidente, Luis Lacalle Pou.
“Lacalle no entiende de lo que está hablando” y “cuando no se entiende de lo que se está hablando se cometen errores de razonamiento”, decía el ministro Astori desde su mangrullo de sabiduría, el 23 de agosto pasado, cuando Lacalle dijo que Uruguay podía tener problemas económicos mayores a raíz de la coyuntura argentina.
“No tiene experiencia de trabajo ni de estudio más que en la Universidad Católica, o sea en un grupo selecto donde se paga. No tiene capacidad para ser presidente, a mi modesto entender”, la inefable Marita Muñoz.
“El no conoce la vida diaria de todos los uruguayos, ya que no sabe cómo sacar un boleto”, nuevamente Muñoz desde su Olimpo, refiriéndose al hoy presidente elegido por los uruguayos.
El rosario es largo y viene de lejos. Los primeros que se marearon fueron los propios dirigentes frenteamplistas, creyéndose los fundadores de un nuevo Uruguay y dejando entrever en sus diarias manifestaciones que todo lo anterior no tenía valor alguno, que ahora venían a hacerse cargo ellos, los que realmente sabían. Despectivos con los adversarios, arrolladores en las cámaras aplicando la mayoría para todo, tanto para impedir una comisión investigadora como para dar por suficientemente discutido cualquier tema que los molestara. Desarrollando la estrategia del nosotros y ellos. Nosotros los buenos, inmaculados, éticos, sabios y ellos los defectuosos, incompletos, incompetentes, cuando no inmorales. Nosotros, el pueblo y ellos, la oligarquía y sus servidores.
Soberbios también en la forma de gobernar, imponiendo normas de forma inflexible y drástica como la bancarización obligatoria, planteando inversiones descabelladas o insuficientemente estudiadas que terminaron en el fracaso y aún estamos pagando, perdiendo juicios a diestra y siniestra por no escuchar las voces ajenas que advertían que tal proyecto estaba mal planteado que tenía visos de inconstitucionalidad, errores que repitieron una y otra vez como si la realidad normativa tuviera que adaptarse a ellos y no ellos a la realidad, llegando hasta el absurdo del alcohol cero para conducir (cuando en la mayoría de países se admiten cantidades de alcohol en sangre que –se sabe- no están reñidas con un buen manejo), o de prohibir los saleros en los restaurantes (como si fuéramos niños que no somos capaces de controlar nuestros actos).
Y al lado de la soberbia, el paso siguiente, es el sentimiento de impunidad. Quiero ser justo: tengo la impresión de que la mayoría de dirigentes del FA no dio ese paso y sufrió el espectáculo de los que sí lo dieron. Ese sentimiento de impunidad es lo que llevó a Sendic a autoadjudicarse un título que nunca tuvo o a usar las tarjetas corporativas para sus gastos personales, es lo que está atrás de la cantidad de proyectos fracasados o a pérdidas (regasificadora, puerto de aguas profundas, planta desulfurizadora, venta de Pluna, Aratirí, Alur, etc.) que caracteriza todo el período de Mujica, o, más recientemente, los manejos de Placeres en Envidrio, por poner algunos ejemplos.
Esa forma de hacer política implicó un cambio cultural en el Uruguay que empezó en los dirigentes y permeó hacia abajo vulgarizándose y amplificándose.
Qué esperar entonces en las redes sociales?, en qué espejo se miraron los frenteamplistas de a pie?. Cómo no creerse invencibles, cómo no sentirse con derecho a despreciar a quienes asumen otras opciones y cómo no caer en bajezas, agresiones, baboseos (que también los hubo del otro lado a nivel de redes, por cierto)? Y así se aislaron: los dirigentes no lograron ninguna alianza con grupo político alguno y los que salieron a pelear voto a voto si bien cosecharon, no fue suficiente.
Tengo la convicción que este resultado electoral será una gran lección para todos o casi todos; tanto para los que salen como para los que entran. En primer lugar para el FA, pues, más temprano que tarde, pondrá en el banquillo a las concepciones mesiánicas, a los arrogantes poseedores de supuestos métodos científicos infalibles de análisis, dueños de verdades absolutas. Me consta que en el Frente Amplio hay mucha gente valiosa, honesta, capaz de verdaderas autocríticas, gente con la que el país necesita seguir contando. La derrota será una lección que sólo sabrán aprovechar los que no se hacen trampas al solitario, los que están dispuestos a analizar sin pasiones lo que no hicieron bien ya sea en el contenido o en la forma. No la aprovecharán los que saldrán a culpar al plan Atlanta y la ofensiva restauradora de la derecha internacional como forma de sacarse de encima sus responsabilidades.
Y esta derrota será una lección también para los vencedores de esta coyuntura. No sólo hay que gobernar bien, hay que hacerlo con humildad republicana, oyendo a propios y a ajenos, sabiendo que la verdad nunca está de un lado solo, sin perder de vista que el fin es la gente, no la promoción sectorial o personal para mantener cargos y poder.
Ninguna victoria es para siempre. Los uruguayos no se casan con nadie y menos con la soberbia.