José Pedro Varela en Durazno: “Queremos poner hombres ilustrados al servicio de los habitantes infelices de nuestra campaña.”

José Pedro Varela nació en Montevideo el 19 de marzo 1845. Era hijo de una familia dedicada al comercio, que promovía mucho la lectura y la reflexión. A partir de 1868 fue uno de los principales promotores de la reforma escolar en Uruguay. En 1877, su obra La legislación escolar sirvió de base para la reforma promovida por el militarismo.

 

Cuenta la historia que los romanos cuidaban en sus casas un fuego permanentemente encendido, al que consideraban protector del hogar.

Reunida la familia entera junto al fuego sagrado, se sentía fortalecida por el apoyo de todos los antepasados a quienes sabía presentes en la llama siempre viva.

Nosotros evocamos hoy, como una gran familia, a un antepasado notable: José Pedro Varela.

Su rostro sereno y enjuto, enmarcado por rizada barba, es conocido de todos, pero no tan conocida es su vida heroica y la justeza y patriotismo de sus ideas defendidas con pasión, perseverancia y sacrificio, hasta la muerte.

Cuando decimos vida heroica no faltará el que se pregunte ¿cómo puede ser un héroe, Varela, si no intervino en batallas ni aparece esgrimiendo espada y fusil?

Es que, los verdaderos héroes no son siempre lo que salen vencedores en combates sangrientos.

Un sabio francés, Teilhard de Chardin, decía que llegará un día en que los hombres se dejen de matar unos a otros y reúnan todas sus riquezas y todo su coraje para aplastar a los enemigos del género humano: el hambre, la enfermedad, la ignorancia.

Serán los héroes del futuro, héroes cívicos, más grandes y abnegados que los héroes guerreros tan ensalzados hoy.

Seleccionamos para evocar brevemente a este héroe cívico parte del discurso que pronunció en Durazno, en el año 1878, en oportunidad de clausurar el Primer Congreso de Inspectores.

Son otras las circunstancias, otros los tiempos que corren, ciertamente, pero ¡cuánta vigencia encierra lo medular de estas palabras!

“Hace pocos días, cuando llegamos al Durazno a pedirle hospitalidad para la Conferencia de Inspectores tuvimos ocasión de dirigir a este público algunas palabras para hacerle conocer los propósitos que nos habían guiado al venir a reunirnos en esta ciudad.

No he querido volver a Montevideo sin despedirme públicamente de la sociedad del Durazno. Durante ocho días, diez horas consecutivas, han estado reunidos hombres venidos de todos los ámbitos de la República para estudiar diversas cuestiones que se relacionan con la mejora de la enseñanza. Cada uno ha traído su concurso de experiencia.

El punto de mira principal ha sido la campaña. Queremos poner hombres ilustrados al servicio de los habitantes infelices de nuestra campaña. En nuestra época, la mayor desgracia es la ignorancia. La ignorancia trae consigo la pobreza, la incapacidad.

Nuestra vida política y social ha sido hasta ahora débil, enfermiza, anárquica, llena de lágrimas y sangre. No ha sido posible establecer las instituciones republicanas porque la República exige la educación de sus ciudadanos y la democracia les exige la conciencia de sus actos.

Creo no estar engañado si digo que se ha considerado la difusión de la enseñanza pública en campaña como problema insoluble. Nosotros hemos creído encontrar los medios de resolver ese arduo problema. En lugar de esperar que los niños de la campaña vayan a la escuela, el maestro irá hacia los niños: en lugar de esperar que las familias manden los niños a la escuela, el maestro, como misionero, ha de llevar la enseñanza allí donde se encuentre el ignorante que es necesario civilizar…”

El pensamiento de educar al ignorante y difundir la enseñanza encuentra eco simpático, favorable acogida, en casi todos los habitantes de la República…

Yo, por mi parte, no me siento ni conmovido ni contrariado ni desalentado cuando creo que mi personalidad puede estar comprometida, puede ser agredida, si se acoge bien la idea que me anima. A mí no me importa que vaya a caer vencido si las ideas que me cabe el honor de sostener salen triunfantes.

Lo que busco no es el predominio de una individualidad, sino el triunfo de mi país en la conquista de ese grande ideal de educar bien al pueblo que nos ha de gobernar mañana. Lo persigo como aspiración para mis hijos, para la sociedad en que vivo, porque tengo el profundo, el inquebrantable convencimiento de que hemos de vivir en permanente desgracia, en permanente anarquía, mientras en todos los espíritus orientales no brille radiante la luz de la educación, mientras las inteligencias no hayan salido del abismo de la ignorancia, mientras cada ciudadano no tenga conciencia de sus deberes”…..