Por Carlos Fariello

Las manifestaciones populares que se constituyeron con el paso del tiempo en fiestas de gran proyección en el universo y en el imaginario de una sociedad y son parte esencial de su cultura deben ser alimentadas por la creatividad, el ingenio, y hoy más que nunca, por la necesaria disponibilidad de medios y oportunidades para que sigan siendo eso, verdaderas fiestas del pueblo.

El carnaval no escapa a esta rápida consideración, por ello es necesario hacer notar que en Durazno, a partir de fines de la década de 1990, esta fiesta fue perdiendo importancia quizás por caer en la esfera de los “eventos”, caracterización vaga y totalmente imprecisa.

En 1984 sala a la palestra de Momo una agrupación murguera con el nombre de “La Bohemia” que se planteaba, entre otros objetivos casi quimeras, reformular el carnaval y motivar a todos los actores y organizadores a que se fuera hacia una manifestación más artística y profesional, por supuesto de acuerdo con la capacidad, los deseos y las posibilidades de los protagonistas.

Rápidamente fue muy bien recibida por el público, y al mismo tiempo alentó a otras como La Miradey, La Nueva Nicoleta, Colombina del Yí, Siga el paso, Los Patos Cabreros, contagiando por mejorar la presentación de su vestuario, maquillaje, libretos, arreglos musicales, etc. Todo un fenómeno que se pudo sostener hasta mediados de la década de los 90.

Recordemos que en el Carnaval de 1984 también salen con renovados brillos los parodistas “Los Traviesos” y las comparsas de lubolos “Llamarada Duraznense” y “Afrocan”.

En 1989 se crean las “Primeras Llamadas del Interior” otro tipo de espectáculo que se asocia al carnaval pero que en Durazno sólo tiene el protagonismo de los desfiles. Se podría afirmar que éstas fagocitaron a otras formas artísticas de expresión carnavalera.

Paulatinamente desparecieron paradojalmente otros “eventos” tales como los tablados o escenarios barriales, los desfiles en otras zonas de la ciudad e interior del departamento, y lo más importante, el “concurso en el Estadio” para el cual se preparaban las murgas varios meses antes, todo un clásico.

Se trataba en suma de un carnaval donde el público recibía un mensaje y devolvía al artista su aprobación y su simpatía.

Todo fue decayendo en calidad y cantidad, las comisiones de “carnaval” no estuvieron a la altura de las circunstancias ni fueron integradas por gente idónea y desde lo organizacional y apoyo institucional todo se redujo a las llamadas.

Las murgas desaparecieron, dejaron colgadas en el recuerdo la sátira y la crítica que el pueblo siempre espera, el color y el brillo de las caras pintadas se perdió también, y no quisiéramos que fuera para siempre.

Durazno tiene una muy rica historia de la fiesta de Momo, nos acordamos ahora de los Cor (el “Tunga” y el “Pomada”), “Cololo” Rojas, el “Pelado” Trucido, los Olivera (el “Rolo” y el “Quito”), las letras de Abdo Jottar, del “Lucho” Huertas y del “Pico” Ferreira y la poesía del “Pocho” Souza, los Suárez y los Rojas, el “Gordo” Maciel, “Tucho” y su teléfono, los tablados de Abeliano y los muñecos de papel, engrudo y alambre de “Tanicho” Pérez y de Milton Moreira, y mucho más. Una historia que no se puede perder porque hace al ser duraznense.

Carnaval, una celebración popular que debe recobrar su esencia que va mucho más allá del tamboril y que a todos nos pertenece, sobre todo a las nuevas generaciones.

Curioso, podría ser para Libro Guinness, el primer desfile debiera llamarse el del “entierro” pues lo que se ve cada año es un recordatorio de que muchos “responsables”, y no hace mucho tiempo, así lo decidieron.